Un abrazo entre dos papas

CIUDAD DEL VATICANO. La Iglesia Católica vive desde hace casi 3 años y medio con la particularidad histórica de contar con dos papas vivos, Francisco y el emérito Benedicto XVI, que hoy se abrazaron e intercambiaron mutuas palabras de agradecimiento.
El Vaticano conmemoró hoy el sexagésimo quinto aniversario de la ordenación sacerdotal de Joseph Ratzinger, con un acto sobrio celebrado en la imponente Sala Clementina del Palacio Apostólico y que reunió públicamente a los dos últimos pontífices.
Francisco entró en la sala entre los aplausos de los asistentes y se dirigió hacia el lugar donde se encontraba el alemán, en un sillón ubicado a pocos metros de la plataforma reservada al papa.
Ratzinger se alzó por su propia cuenta, se quitó el bonete en señal de respeto y ambos se abrazaron, intercambiaron algunas palabras y se agarraron de las manos hasta que Francisco invitó al emérito a sentarse.
El papa argentino tuvo palabras de agradecimiento hacia su predecesor alemán, de quien dijo que “no deja de contribuir verdaderamente con vigor y sabiduría al crecimiento” de la Iglesia.
Lo hace desde el monasterio “Mater Ecclesiae” del Vaticano, donde reside tras su renuncia al pontificado, un lugar que, según Francisco, nada tiene que ver con “esos rincones olvidados en los que ‘la cultura del descarte’ de hoy tiende a relegar a las personas cuando, con la edad, pierden sus fuerzas”.
Francisco señaló que Ratzinger “emana una tranquilidad, una paz, una fuerza, una confianza, una madurez, una fe, una dedicación y una fidelidad” que le benefician a él y a toda la Iglesia, al tiempo que destacó su “satisfactorio sentido del humor”.
Benedicto XVI sorprendió al mundo el 11 de febrero de 2013 al anunciar su renuncia al ministerio petrino, haciéndose efectiva el día 28 del mismo mes, cuando abandonó el Vaticano y se trasladó a la residencia pontificia de Castelgandolfo, al sur de Roma.
Allí permaneció hasta que se habilitó como residencia el monasterio “Mater Ecclesiae”, dentro de los muros leoninos y donde el papa emérito, el primero de la historia moderna, vive en paz, dedicado a la oración y sin intervenir en los asuntos de la Iglesia.
Este martes sin embargo el papa alemán, de 89 años, habló por primera vez de manera pública y ante su sucesor desde que se hiciera pública su renuncia y lo hizo para destacar “la bondad” de Bergoglio.