Invidente ejemplo de superación, “Hago mi trabajo como cualquier otra persona”
Se arregló el cabello tan pronto percibió el “flash” de la cámara fotográfica y, mientras posicionaba su inseparable bastón, Lucía Margarita García expresó que se siente privilegiada de la vida por tener tan alto nivel de positivismo, pese a su condición de invidente.
Una realidad desconocida para muchos, para ella lo normal. Su mundo de sombras no le impide percibir las maravillas de la creación. Su rostro siempre erguido y su impecable seguridad al expresarse denotan determinación.
Lucía es invidente de nacimiento, pero no se queja. Esta mujer de 36 años impregna esmero y dedicación a todas las tareas que realiza en medio de su limitación física.
Aunque sus ojos no pueden ver el brillo del sol candente que quema su piel, las nubes grises que hacen brotar la lluvia que moja su pelo, el sacudir de los árboles, los colores de la vida, ni tampoco su rostro, sostiene que “las maravillas de un ser supremo me permiten apreciar cosas que sí puedo ver”. Al preguntarle sobre cómo logra llevar una vida normal, Lucía lo resume en una solo palabra: “disposición”.
“Si uno se propone las cosas debe estar acompañado con una actitud positiva que sin dudas garantizará el éxito”, afirmó con convicción.
Área laboral
Lucía trabaja desde hace 12 doce años en el Instituto Dominicano de Aviación Civil (IDAC), donde maneja la central telefónica.
Explicó que entró a trabajar en esa institución a través de la Organización Dominicana de Ciegos, ya que la persona que dirigía la entidad en esa ocasión se identificó con su situación. No se le hizo tan difícil incursionar en el campo laboral, una de las dificultades que enfrenta la mayoría de los invidentes.
Se siente satisfecha con su ambiente laboral. “Yo hago mi trabajo como cualquier otra persona”. Cuenta que por su condición se concentra mucho más y se empeña por demostrar que las personas que tienen alguna discapacidad son capaces de hacer grandes cosas, pues asegura que “una discapacidad no significa falta de capacidad”.
Refirió que su mayor dificultad es el traslado desde su casa, en el sector Brisas del Este, en la avenida Charles de Gaulle, hasta su trabajo en la sede del IDAC.
“Tomo dos carros de concho para ir y dos para regresar”, agregó Lucía, quien sólo con la ayuda de un bastón y una seguridad admirable se moviliza por cualquier vía del país.
“No existen limitaciones, las limitaciones que existen son las que el mismo ser humano se traza. Las limitaciones están en la mente”, exclamó con firmeza.
Refirió que aunque es cierto que el dinero da muchas facilidades, lo que más anhela es tener paz. “Las demás cosas vienen por añadidura”.
Campo profesional
Lucía es estudiante de término de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Dominicana O&M.
Manifestó que su meta es poder aplicar sus conocimientos en esa carrera, específicamente en dos áreas que le apasionan: las relaciones públicas y la redacción de noticias sobre temas de salud.
Recordó que se motivó a estudiar la carrera porque le gusta comunicarse y ser escuchada, y partiendo del dicho de que la comunicación es la herramienta que mueve el mundo. Ha realizado cursos de oratoria y otros relacionados con la comunicación, como una forma de afianzar su aprendizaje y competir con otros profesionales que sí tienen el sentido que a ella le falta.
Por desconocimiento de su familia, de que existía una escuela para personas con discapacidad visual, comenzó a estudiar a los trece años.
Sin embargo, iniciar el proceso de alfabetización en la adolescencia no fue un obstáculo, ya que tenía claro lo que quería de la vida en el plano profesional.
En la institución docente para ciegos en principio se negaron a aceptarla, porque su edad sobrepasaba el rango establecido. Luego por su insistencia le dieron la oportunidad en la escuela, donde demostró de inmediato su capacidad de asimilación.
Vida hogareña
Lucía tiene dos hijos, y su esposo (vidente). Lo primero que hace en la mañana es bañar y prepararle desayuno a sus niños, para luego trasladarlos a la escuela, ubicada a dos cuadras de su hogar. Al hablar sobre su rol de madre sus ojos traslucían satisfacción y orgullo.
Sostuvo que también realiza todas las labores domésticas: cocina, lava y, aunque no le gusta, también plancha.
En su tiempo libre, regularmente en horas de la mañana, ya que labora en horario vespertino, toma clases de informática y prepara sus tareas para la universidad.
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